
Del mismo libro TRATADO DE CASTILLA, ponemos hoy un poema entrañable para su autor, pero también emotivo y plástico para los lectores. Una maravillosa elegía dedicada por Marcelino a su abuelo difunto en el que, acercando su memoria al paisaje duro y extenso de la Tierra de Campos, consigue aunar lo íntimo con la plasticidad de un cuadro preciso y precioso de la tierra que le dió el sustento y a la que volvió como en un eterno ciclo.
La fotografía está tomada desde el mirador de Autilla al que también ha dedicado Marcelino otro poema en este mismo libro.
ELEGÍA A FLOR DE PIEL